Hace cinco años decidió especializarse en Pastoral de la Salud, pues desde siempre había tenido una afinidad por atender a enfermos y personas ancianas. Estudió una especialización y luego realizó un curso de entrenamiento profesional en un hospital en Dublín. En 2021 aterrizó en la Red Christus UC, donde colabora en la asistencia de pacientes, familias y equipos médicos.
Anamaría es la quinta de seis hermanos. Conoció al Regnum Christi a través de su mamá, quien participaba en un grupo de señoras que dirigía el sacerdote legionario de Cristo, José María Escribano. Una vez que llegaron las consagradas a Chile, su madre les ofreció trasladarlas en auto e invitarlas a comer. “La primera casa que pisaron las consagradas en Chile fue la de mi familia”, explica. En esos años estudiaba licenciatura en geografía en la Universidad Católica. Luego, un grupo de amigas la invitó a participar en actividades del Regnum Christi a las que comenzó a asistir.
Decidió incorporarse en 1987 y dar un año como colaboradora mientras aún era universitaria. Su destino fue Ciudad de México, lugar donde trabajó como instructora de formación de niñas de séptimo, octavo y primero medio de un colegio de la Red. Fue en esa experiencia que descubrió su vocación. Durante todo ese año estuvo en un proceso de discernimiento en que se preguntaba ¿Qué quiere Dios de mí?, pues Anamaría estaba dispuesta a dar un sí. “El problema es que yo le preguntaba, pero Dios no se manifestaba”, comenta. Por esa razón, decidió hacer un retiro de ejercicios espirituales durante Semana Santa en que Dios le habló mientras hacía adoración, de la noche del jueves al viernes Santo: “Te quiero para mí”, le dijo. Ya con la determinación de llevar una vida como consagrada volvió a Chile a despedirse de su familia para luego regresar a México y continuar con su vida al interior del Regnum Christi.
Su paso al área del acompañamiento de los pacientes
Anamaría siempre ha tenido un don especial para estar al servicio de los enfermos y ancianos. Al interior de las comunidades en que ha vivido, sin buscarlo, ha desarrollado esa labor, que se le da de manera natural. “Vengo de una familia de médicos: soy nieta, hermana, prima y sobrina de doctores”, explica. El ejemplo más cercano lo tuvo de su propia madre quien, sin tener estudios de medicina, ayudaba a su abuelo en el hospital en que trabajaba. “Era muy buena en el cuidado de los enfermos, aprendimos de ella”, comenta. Por esa razón, desde siempre ha cuidado a las consagradas de sus comunidades que han estado enfermas.
En 2014 Anamaría recibió como destino el colegio Highlands Roma. Fue en este cambio que vio una oportunidad para realizar estudios en Pastoral de la Salud, los que finalmente realizó en el Instituto Camiliano, que depende de la Universidad Lateranense ubicada en la capital de Italia. Durante un año compatibilizó su labor en el colegio con los estudios de especialización. Una vez finalizada la especialización viajó a Irlanda para realizar un curso de entrenamiento profesional al interior de un hospital. Durante 2019, en Dublín acompañó a los enfermos y sus familias en el ámbito pastoral y obtuvo la acreditación como Health care Chaplain. Como ella misma dice, a sus 50 años encontró su segunda vocación, la que hasta entonces había vivido de manera espontánea al interior de sus propias comunidades y también en su paso por los colegios: “me tocó acompañar a muchas familias que habían sufrido alguna pérdida o pasaban por una grave enfermedad”, señala.
Desde marzo de 2021, Anamaría colabora en la asistencia de pacientes y equipos médicos de la Red Christus UC. Prioritariamente acompaña a embarazadas de alto riesgo y a los papás de recién nacidos, que están la Unidad Pacientes Críticos Neonatológicos de Marcoleta y San Carlos de Apoquindo. Sin embargo, dependiendo del día, le puede tocar desde una visita serena hasta el paciente y a las familias de están al final de su vida, muriéndose
Simultáneamente al trabajo de campo con paciente en el hospital, y formación de proyectos propios de la Red UCChristus está colaborando en la capacitación de distintos grupos, tales como ministros extraordinarios de la comunión, voluntarios para la visita de los enfermos, y la fundación RAFA y AURA.
¿Cómo vives esos momentos difíciles de acompañar a las familias en la muerte de un ser querido?
Se lo regreso a Dios en el sagrario, es Su hijo, a Él le toca. Yo puedo ayudar y colaborar el tiempo que estoy ahí. Hay que tener una consciencia muy profunda que tú eres instrumento en un momento específico de la vida de esa familia.
¿Cómo se acompaña a una familia que tiene un ser que está sufriendo una enfermedad grave?
Lo primero es ver dónde está esa familia, qué les está pasando a con ese sufrimiento: sus enojos, dolores, sus culpas. Uno debe entrar con el corazón abierto a escucharlos, acogiéndolos.
¿No te preguntas dónde está Dios en medio de ese dolor?
Por supuesto, me lo cuestiono cada vez que tengo una situación de dolor. Uno se pregunta qué quiere Dios con el sufrimiento de un inocente, que es una guagua de dos o tres días.
Y ¿Cómo sales de ese cuestionamiento?
Comprendiendo que es Su hijo, una criatura creada con infinito amor. Entendiendo que Él tiene que tener un plan con esto porque si no es una locura. Lo importante es qué propósito o sentido le doy a esta circunstancia como persona, como consagrada y ellos como familia. Incluso te lo dicen los mismos pacientes. Finalmente es el paciente el que te va compartiendo y uno le va ayudando a expresarse con la pregunta adecuada. A veces tiene una fe adormecida y frente al dolor que padecen, se plantea la trascendencia para darle sentido a su sufrimiento. Hay que entender que no hay respuestas para todas las preguntas.