José Manuel y Macarena participaron por primera vez, junto a sus hijos, en Familia Misionera de Las Condes. Visitaron las familias afectadas por los incendios, lo que los marcó profundamente. “Como familia queremos ir llenando la vida de nuestros niños de experiencias donde aprendamos a abrir nuestro corazón a los demás, a salir de nosotros mismos y saber que la fe no solo se predica, sino que también se vive y se practica”, afirman.
¿Por qué se animaron a participar en esta instancia? Sinceramente porque los comentarios de las familias que han ido en años anteriores son preciosos. Es una experiencia muy positiva para los niños vivir una Semana Santa misionando, rezando en familia, participando en talleres con amigos, etc. Tener la posibilidad de acompañar a las familias que se vieron afectadas por los incendios del verano en la V región y poder acompañarlos en su dolor, llevar el mensaje de Jesús y hacer comunidad católica, es una oportunidad especial para vivir en familia y que los niños aprendan que el Misterio de la Cruz cobra sentido en el amor y en la Resurrección.
¿Qué te ha parecido la experiencia? Fue una experiencia increíble. Desde la logística, donde todo está organizado de manera impecable, el lugar para alojar, las comidas, los talleres, las meditaciones, etc, hasta lo más profundo, el que nos acompañara el padre Alberto Puértolas LC y Paulina Rojas consagrada, quienes nos ayudaron a meditar en la Pasión de Cristo y en su Resurrección, acompañar a María en su dolor y entender que el dolor solo cobra sentido cuando es desde el amor y que eso es lo que los católicos celebramos, hicieron de estas misiones nuestra mejor experiencia.
¿Cómo lo han vivido como familia? La organización está pensada para que tanto los niños como los papás podamos vivir Semana Santa centrados en lo esencial. Los niños gozaron vivieron una Semana Santa con sentido, acompañando a los abuelitos del hogar, conversando con los dueños de las casas que visitamos y participando activamente en el Vía Crucis. Nosotros, los adultos, nos regocijamos en la Palabra de Dios transmitida por el padre Alberto y por Paulina y en la posibilidad de compartir y aprender de la resiliencia de quienes tanto han sufrido. Saben que lo esencial está arriba, en el Cielo y que es Dios quien nos habla a través de estos hechos, desde su infinito amor. Imposible olvidar las palabras de la señora María, la Dominga, Yoli, Irene, Bernarda, Carlos y algunos otros.
Como familia queremos ir llenando la vida de nuestros niños de experiencias donde aprendamos a abrir nuestro corazón a los demás, a salir de nosotros mismos y saber que la fe no solo se predica, sino que también se vive y se practica. Solo se encuentra la felicidad en el amor. Ese es el mejor legado que le podemos dejar a nuestros niños. Y que el católico vive en una alegría profunda que se basa en la Resurrección.