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FRANCISCO EN CHILE | Juan Pablo II: Mensajero de la vida y peregrino de la paz

Esta será la segunda vez que Chile recibe a la cabeza del catolicismo a nivel mundial. La primera oportunidad fue la recordada y emotiva visita del Papa Juan Pablo II en abril de 1987. El Sumo Pontífice polaco llegó a un país dividido por un prolongado conflicto político e inmerso en una serie de problemas sociales y económicos enmarcados en los últimos años del régimen militar del general Augusto Pinochet. A pesar de enfrentarse a un escenario difícil durante sus seis días en el territorio nacional, el Santo Padre abogó en sus mensajes y en sus acciones por la paz y la reconciliación de la sociedad chilena y exclamó fuerte y decidido que “El Amor es más fuerte” enfrente a miles de personas y a toda una nación que necesitaba un nuevo impulso apostólico en la adversidad.

El Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile a raíz del conflicto del Canal de Beagle se firmó el 29 de noviembre de 1984 en la Santa Sede. Esta mediación del Papa Juan Pablo II evitó una guerra inminente entre ambas naciones. El fin de este problema fronterizo austral pavimentó el camino para que el Sumo Pontífice visitara nuestro país en abril de 1987. La invitación oficial de la conferencia episcopal chilena se rubricó la tarde del 16 de julio de 1985 con motivo de la celebración del día de la Virgen del Carmen en el Templo Votivo de Maipú. La respuesta afirmativa llegó a través de la Nunciatura Apostólica del Vaticano el 21 de octubre de 1985. Esta sería la octava visita del Santo Padre a tierras sudamericanas tras recorrer más de 60 naciones de los cinco continentes desde que asumiese como cabeza del catolicismo mundial el 16 de octubre del año 1978. A partir de la confirmación vaticana del viaje, la sociedad chilena en forma cariñosa, entusiasta y generosa dispuso su corazón para escuchar su mensaje de paz y de reconciliación. Como describió perfectamente la canción oficial de la visita papal compuesta por Eugenio Rengifo e interpretada por los Huasos de Algarrobal, el pueblo chileno esperaba ansioso al mensajero de la vida y al peregrino de la paz para recibir el pan de la de la palabra, el pan de la esperanza y el pan de la verdad.

El vuelo del Santo Padre proveniente de la ciudad de Roma aterrizó en suelo nacional a las 16 horas del miércoles 01 de abril de 1987 en el Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez. El Sumo Pontífice de 66 años se bajó del avión para arrodillarse y besar la tierra que lo recibía cariñosamente. El general Augusto Pinochet, junto a la primera dama Lucia Hiriart y personeros militares y de gobierno, encabezó la ceremonia de bienvenida en la loza del terminal aéreo. El mandatario era un presidente de facto que gobernaba un país divido políticamente, convulsionado socialmente, sumido en una crisis económica profunda y que encabezaba un régimen militar que enfrentaba sus últimos años acusado por la comunidad internacional de violar sistemáticamente los derechos humanos de sus opositores y que esperaba un inminente plebiscito a nivel nacional que decidiría su continuidad en el poder en el año 1988. El Papa Juan Pablo II ante este desafiante escenario manifestó en su discurso en Pudahuel que llegaba para “promover la victoria del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la unidad sobre la rivalidad, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia, de la convivencia sobre la lucha, de la justicia sobre la iniquidad, de la verdad sobre la mentira y, en una palabra, la victoria del perdón, de la misericordia y de la reconciliación”.

El Santo Padre concluyó su primer día con tres actividades en Santiago: una reunión privada con los funcionarios de la Vicaria de la Solidaridad donde participaron víctimas de la represión política del gobierno, la Celebración de las Vísperas en la Catedral Metropolitana y una ceremonia de bendición de la ciudad desde el Santuario de la Inmaculada Concepción en el Cerro San Cristóbal. La situación social y política de Chile marcó su segundo día en nuestro país. A las ocho de la mañana, el Papa Juan Pablo II visitó al general Augusto Pinochet en su oficina del Palacio de la Moneda. La reunión entre ambos se extendió durante 42 minutos siendo que estaba programa para que durara solo 10 minutos. En el encuentro, de acuerdo al cardenal Roberto Tucci quien coordinaba las visitas papales en la Santa Sede, el mandatario le preguntó al Papa por qué la Iglesia Católica siempre hablaba acerca de la democracia si un método de gobierno era tan bueno como otro. El Sumo Pontífice respondió con tono cortés, pero firme, que no era así “porque la gente tiene derecho a gozar de sus libertades, aún si comete errores en el ejercicio de ellas“. La cita concluyó con polémica porque intentó ser convertida en una muestra de apoyo al régimen con la salida de los dos a saludar al público desde un balcón de La Moneda. Un acto fuera del protocolo acordado entre las partes que de acuerdo al cardenal italiano irritó mucho al papa polaco.

Después el Sumo Pontífice se trasladó a un encuentro con 600 mil pobladores de la zona sur en la población La Bandera ubicada en la comuna de San Ramón. En la actividad compartió una taza de té y un pan amasado en el escenario con varios vecinos y escuchó atentamente el discurso del obrero Mario Mejías quien denunció los malos tratos de los organismos de seguridad estatales en las distintas poblaciones de la zona metropolitana. Tras reunirse con la Conferencia Episcopal en el Seminario Pontificio de Santiago, el Papa Juan Pablo II fue hasta el aeródromo de Rodelillo en la ciudad de Valparaíso para celebrar una eucaristía junto a miles de familias chilenas. En su homilía instó de manera enfática al fortalecimiento de la familia como santuario de la vida y del amor y como cuna donde nace la fe cristiana y la sociedad. En la noche participó en un encuentro con más de 80 mil jóvenes en el Estadio Nacional en donde les dijo fuerte y claro “¡No tengáis miedo de mirarlo a Él! (…) Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. (…) No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada una, a cada uno, repite: contigo hablo, levántate”. El recinto deportivo capitalino fue testigo del primer llamado emblemático de su visita.

El Papa Juan Pablo II comenzó el viernes 02 de abril con una liturgia con el mundo religioso y campesino en el Templo Votivo de Maipú. En una breve y sencilla ceremonia pronunció una emotiva oración que coronó la imagen de Nuestra Señora del Carmen como Patrona de Chile. Después en el Hogar de Cristo bendijo a los enfermos, rezó en la tumba del Padre Hurtado y destacó el servicio del futuro santo a los más necesitados, su amor a Dios y su fidelidad a la Iglesia Católica. Su día continuó con un encuentro en la Pontificia Universidad Católica con el mundo académico de la ciencia, de las artes y de la cultura al que instó a desarrollar su conocimiento en pos de la búsqueda de la verdad que armoniza fe y razón como algo inseparable. Luego se reunió con los embajadores acreditados en el país en la Nunciatura Apostólica y pronunció un discurso en la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (CEPAL) en donde emitió su segundo llamado más simbólico de su visita a nuestro país. En un auditorio repleto de delegados de todo el continente, el Santo Padre abogó por un desarrollo económico más justo que considere la dignidad de la persona porque “los que nada tienen no pueden aguardar un alivio que les llegue por una especie de rebalse de la prosperidad generalizada de la sociedad. ¡Los pobres no pueden esperar! La situación de éstos está pidiendo medidas extraordinarias, socorros impostergables y subsidios imperiosos”.

Durante la tarde celebró la Misa de Reconciliación y la beatificación de Teresa de Los Andes enfrente a 500 mil personas en la elipse del Parque O´Higgins. En su homilía, el Santo Padre alabó la virtud de la beata chilena al ser un modelo de vida para la juventud en medio de un mundo que niega a Dios y un faro luminoso que guía hacia Cristo. Además enfatizó la tarea urgente de la reconciliación nacional al llamar al restablecimiento de una plena democracia y a la reconstrucción de las confianzas. El Sumo Pontífice enfatizó que “Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento”. Unos minutos más tarde, sin embargo, observó con sus propios ojos la lucha imperante en el país. El ofertorio de la ceremonia eucarística se suspendió durante varios minutos debido a los violentos choques entre manifestantes contrarios al régimen militar y las fuerzas policiales. El Papa decidió quedarse en su sitio durante los disturbios para poder transmitir un poco de serenidad a los feligreses y se arrodilló en silencio para rezar por un largo momento cuando el ambiente se llenaba con el humo de las bombas lacrimógenas. Una vez que los incidentes concluyeron, el Papa Juan Pablo II prosiguió sin pausa y sin prisa hasta el final de la ceremonia. Fue allí que con un tono fuerte y seguro pronunció la tercera frase más emblemática de su visita a nuestro país. Fue un concepto que quedó grabado en nuestro inconsciente colectivo: “¡El amor es más fuerte!”.

El resto de su visita apostólica se enfocó en conocer de forma cercana y directa a la diversa sociedad chilena en regiones. El sábado 4 de abril, el Papa Juan Pablo II participó en un Encuentro por la Paz en el Estadio Fiscal de Punta Arenas para conmemorar el fin del conflicto del Canal de Beagle y en una misa con pescadores y trabajadores del mar en Puerto Montt para rememorar los 500 años de la evangelización de América. El domingo 5 el Sumo Pontífice comenzó su día con una misa con el mundo del trabajo en el Club Hípico de Concepción, continuó con una reunión con los pueblos indígenas en el campo Pampa Ganaderos de Temuco y concluyó con una cita con los habitantes del Norte Chico en el Club Hípico de La Serena en donde habló sobre la religiosidad popular y la devoción mariana en su homilía. En su última jornada en Chile, el Santo Padre llevó a cabo una ceremonia eucarística con los fieles del Norte Grande en el sector de Las Quintas en donde destacó el carácter misionero de la Iglesia Católica en su homilía y un encuentro en donde compartió y escuchó con los reclusos de la cárcel de Antofagasta. La ceremonia de despedida fue en el Aeropuerto Cerro Moreno de la ciudad en donde embarcó hacia Argentina para terminar su viaje por Latinoamérica. En 2017 se conmemoraron 30 años de esta visita apostólica histórica y emotiva que fue un símbolo de paz y de esperanza para un país que comenzaba su proceso de reconciliación nacional. Y hoy espera al Papa Francisco de la misma forma cariñosa, generosa y entusiasta que recibió al mensajero de la vida y al peregrino de la paz en 1987.

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