Esta joven de 18 años, ex alumna del Colegio Alpes San Javier de Guadalajara, llegó desde México a nuestro país en el año 2019 para colaborar en ECyD en los colegios Cumbres y La Cruz y en Reino de Rancagua.
¿Qué te motivó a dar parte de tu tiempo colaborando con el Regnum Christi en otro país?
“En junio de 2017, fui colaboradora ECyD por un mes en Medellín, Colombia. Esa experiencia fue el comienzo de una verdadera amistad con Jesús. Me di cuenta que nunca había sido tan feliz como en ese mes y que tenía mucha sed de amar y servir a Dios. Pensé en ir a África, Calcuta o un lugar más necesitado donde “mi trabajo hiciera más ruido”, pero me di cuenta que dentro del programa de colaboradores del Regnum Christi iba a trabajar con almas que a lo mejor no necesitan despensa o que les construya una casa, pero que si necesitan una amiga en Cristo que las escuche, que las acompañe y las acerque a Dios. Yo no buscaba cambiar la vida de millones, simplemente quería presentar un estilo de vida y que Dios se encargara del resto”.
¿Qué es lo que más te gustó de esta experiencia colaborando en Chile?
“Fue una aventura en su máxima expresión. Tuve diferente calendario escolar, cambios de apostolado, estallido social, vacaciones con las consagradas y una pandemia mundial. Me encantó quedarme en cuarentena con las consagradas porque fui de las pocas colaboradoras que se quedaron en su destino por la pandemia y lo gocé muchísimo. La comunidad se unió por medio de actividades tanto espirituales como didácticas. Nunca hubiera pensado que las consagradas se convertirían en mis amigas. Algo que me impactó de la cultura chilena fue lo importante que es la familia y el gran valor de la sencillez”.
¿Cómo creciste personal y espiritualmente con esta experiencia en nuestro país?
“Verdaderamente este año fue un misterio, un misterio de amor en el que la Santísima Trinidad junto a la Virgen María me tomaron de la mano y me demostraron lo que es vivir, amar y reír. Suena muy cliché, pero realmente te transforma el alma y hay una alegría inmensa que brota del corazón que se sabe amado y que ama. Este año me enseñó que sólo Dios es santo y si yo quiero ser santa, tengo que dejar que Él sea el que viva en mí, que el secreto está en ser y no hacer y que no hay nada que le dé más gloria a Dios que ser humilde. Porque es en la humildad dónde vives conforme a la verdad, dónde dejas atrás la soberbia y el egoísmo, dónde uno es libre y auténtico y todo lo demás llegará por añadidura. El mayor regalo que Dios me dio este año fue la presencia de María tan cerca porque ella me mostró el corazón de su Hijo a través de sus ojos”.
¿Cuál sería tu mensaje a otros jóvenes para que se sumarán a esta experiencia de colaboración?
“No tengan miedo, no están perdiendo un año de su vida, están ganando un año que les transformará su vida. No necesitas ser ningún teólogo o santo, ve el ejemplo de los apóstoles, a Jesús sólo le bastó su “sí” y Él se encargó de formarlos y darles todo lo que necesitaban para cumplir su misión. Date la oportunidad de experimentar lo que es una vida con y en Cristo. “Vengan y vean” (Jn 1: 39).