Esta alumna del colegio San Isidro emprendió rumbo a Sevilla, España, por un mes. “Llegué a un ambiente de felicidad y emoción”, destaca. Aquí nos comparte su testimonio en primera persona.
Mi nombre es Rosario Campino, estoy en el colegio San Isidro y tengo 16 años. Me tocó la suerte de irme a Sevilla como colaboradora ECYD durante un mes. Todo partió gracias a la llamada de una consagrada ofreciéndomelo. Después de un largo proceso y de convencer a mis papás, logré partir.
En nuestro día a día como colaboradora no parábamos. Partíamos el día con una Misa y después siempre teníamos algo que hacer: ya sea organizar el ECYD de la tarde o ir a jugar con las niñas en su recreo. ¡No perdíamos el tiempo!, siempre nos manteníamos ocupadas. En la tarde llegábamos al ECYD, donde realmente me impresionaron las niñitas, pues desde el primer día encontré un ambiente de felicidad y emoción. Después de la primera semana, en que les hicimos las actividades, las niñitas nos saludaban en el recreo preguntándonos si íbamos a ir a jugar con ellas. Eso me impresionó mucho.
En nuestros tiempos libres nos tocó organizar la adoración para Toledo para la jornada de responsables. Fue todo un desafío, pero con el gran equipo que éramos logramos salir adelante. En la segunda semana realizamos la semana vocacional, donde teníamos que ir a las salas de clases a presentarnos, darnos a conocer y explicar lo que estábamos haciendo en Sevilla, junto a otras colaboradoras. Esa misma semana me dijeron que tenía COVID. Estaba tan feliz que tuvo que pararme ese virus para que me diera cuenta de todo lo que estaba viviendo. Tuve que aceptar quedarme siete días encerrada en mi pieza. Fue bien difícil asumir que no podía salir. Todos los días me preguntaba, ¿Qué hago para no aburrirme? ¿por qué me tocó a mí y no a otra persona? ¿por qué me fue justo en este tiempo especial para mí, en la mitad del colegio? Estas preguntas las tenía constantemente en mi cabeza y se las comentaba siempre al Padre Luca L.C, quien me acompañó mucho en mi cuarentena: todos los días me llamaba y me preguntaba cómo estaba. Muy considerado de su parte, me dio algo que hacer en mi cuarentena para que no me aburriera y no viera puras películas. Me pidió que le organizara un día de convivencia para los niños de sexta primaria. Puedo decir muy feliz que salió todo bien, tal como lo planeamos con el padre Luca. Yo creo que fue uno de los momentos que más me llegó porque siempre estaban dispuestos a escuchar, con alegría y emoción. También las que siempre me llamaban eran Pau y Pili, que eran nuestras consagradas a cargo, para saber cómo estaba y me trataban de integrarme para que no me sintiera tan sola.
Cuando salí de cuarentena, tenía tanta energía acumulada, que no sé cómo la gente de Sevilla no me retó. Al paso de los días me fui impresionando más y más de todo: lo linda de la ciudad, lo increíble que es la gente desde los responsables hasta las consagradas, padres y niños.
Fue una experiencia preciosa, que me ayudó a crecer y a ser más segura. Uno aprende tantos valores. Las personas se respetan mucho, ya sea grande o chico, todo siempre era hecho con muchísima alegría. Aprendí a ser más organizada porque todos los tiempos los teníamos muy bien ocupados y si queríamos hacer algo diferente había que hacerlo con anticipación.
Decidí irme de colaboradora después de un tiempo de mucha reflexión y conversación con mis papás. Sabía que iba a ser un gran cambio para mí y que necesitaba salir de mi zona de confort para dar lo mejor de mí misma. No me importaba mucho dónde me fuera porque sabía que en todos los lugares iba a tener una increíble experiencia y que iba a crecer mucho como persona.
La parte más difícil de todo el mes fueron las despedidas con toda la gente que conocí: las responsables, los responsables, mis amigos Álvaro y Gonzalo Torrico, con quienes hasta el día de hoy sigo hablando. Uno de ellos me dijo: “todos los despegues son opcionales, pero los aterrizajes son obligatorios”, lo que me hizo mucho sentido, pues mi despegue desde Chile fue una opción mía, pero el aterrizaje de vuelta a Chile era obligatorio. Todo llega a su fin y siempre hay que volver donde uno comienza.
En el último fin de semana tuvimos el regalo de poder ir al Santuario de Fátima. ¡Eso sí que fue un regalo enorme! Me trajo muchísima paz interior. Pude planificar y pensar en mi vida: las cosas que voy a hacer este año. Ciertamente fue una forma muy buena de terminar el mes. Nos tocó la procesión de las luces, la procesión de los pastorcitos. Realmente es un lugar que me encantaría volver y al que sí o sí volveré.
Como última actividad de la noche, nos hicieron pensar y comparar, cómo estaba nuestro corazón cuando llegamos de colaboradora y al final del mes: fue impresionante como cambió. Ahí me pude dar cuenta de todo lo que crecí y cómo cambié.
Puedo concluir que fue un regalazo enorme el haber podido ir a Sevilla, pues me cambió muchísimo. Si alguien de Chile me viera, me diría que estoy diferente: más tranquila y relajada de lo que era el año pasado. Realmente me encantó esta experiencia y la recomiendo 100%. ¡¡¡Gracias por todo Sevilla!!!!!!
Por Rosario Campino F.
¿Qué es un colaborador del Regnum Christi?
“El colaborador es un miembro laico del Regnum Christi que dedica uno o más años de su vida a servir apostólicamente a tiempo completo y de forma gratuita a la Iglesia en el Regnum Christi. Es un joven católico que, en virtud de su bautismo, desea y busca hacer una experiencia de Cristo, dejarse transformar por Él, y esforzarse por vivir y testimoniar su fe católica con coherencia.”
El programa de colaboradores del Regnum Christi tiene más de 30 años de existencia. Es una experiencia que se ofrece a los jóvenes de las secciones para poder ofrecer un año o dos para servir en otra sección donde esté presente el RC. En Chile, son muchos los colaboradores que han pasado y que se han encariñado con nuestro país.
También varios chilenos han emprendido está misión en otros lugares y han hecho una pausa en sus estudios para dar estos años para Cristo.
Los jóvenes que se están planteando esta posibilidad, parten con el programa de preparación para su año de colaboradores. En el caso de las mujeres, la encargada es Clara Sierra, consagrada del Regnum Christi. Ella coordina el programa junto con la Teresita Figueroa (excolaboradora del RC) y Begoña Silva. “El programa no es necesariamente para que se vayan de colaboradoras, pero es una manera de abrirse a la posibilidad de pensarlo seriamente”, explica Clara.
El programa tiene como fuente la vocación laical al Regnum Christi. En él se les entrega formación humana, desde la antropología, para profundizar en su conocimiento personal; y espiritual en que se les enseña la estructura de la vida espiritual, diferentes formas de oración y conocimiento del Regnum Christi, como un canal en el que Dios nos pide servir y santificarnos. “Es un camino de conocimiento y madurez personal que les ayuda en su vida como mujeres, cristianas del RC, de santificación personal”, destaca Clara.
Como requisito se pide un examen psicológico, en que se evalúa que tenga las herramientas de trabajo personal que le ayude trabajarse, antes de irse de colaboradoras.