Jesucristo es un hombre con un fuerte sentido de lo esencial. Cuando estamos preocupados por muchas cosas nos ayuda volver a lo que es esencial porque, en realidad, pocas cosas son importantes. Por eso cada año la Iglesia nos hace vivir un tiempo fuerte de conversión, la Cuaresma, para volver a la «única cosa necesaria» (Lc 10,42). «Conversión» en el texto original griego de los Evangelios, se expresa con la palabra «metanoia», que significa literalmente: «revolución del corazón». Revolucionar el corazón, volviendo a esa única cosa necesaria que habla el Señor. ¿Y qué es lo esencial? Jesús lo resumió en un único mandamiento: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo».
«El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación, son las condiciones y la expresión de nuestra conversión». Para volver a lo esencial en la relación con Dios, con los demás y con nosotros mismos el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma nos recomienda tres medios: la oración (relación con Dios), la limosna (relación con los demás), el ayuno (relación con nosotros mismo). La oración para volver a poner al centro de nuestras vidas a Dios. La limosna para compartir con los demás lo que tenemos para que así se multiplique. El ayuno para liberar nuestra existencia de todo lo que estorba.
¿Qué significa convertirse esta Cuaresma para cada uno? Nosotros que vamos a Misa, somos miembros del Regnum Christi y tratamos de vivir una vida de fe podemos pensar que la conversión es algo para los demás, dado que nosotros ya estamos cerca de Dios. Sin embargo, si sigues en esta tierra necesitas todavía convertirte. ¿Hay algún espacio donde no estás amando a Dios, al prójimo y a ti mismo? ¿De qué me tengo que convertir esta Cuaresma? ¡Que la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual!