Participa en el Reino hace casi dos años y ahora se va a dar un año para “cumplir con lo que Dios me llama, renunciar cada vez más a mí mismo, para abandonarme cada vez más en Su voluntad y entender cada vez más cuáles son Sus planes”.
Diego Hurtado Palacios tiene 23 años y estudió Ingeniería Comercial en la Universidad Aldofo Ibáñez. Pese a haber estado en el Colegio Cumbres toda su vida, su participación en el RC empezó hace casi dos años, en proyectos como Yiós, Cruzadas, Search y Veranito RC.
Ahora Diego va a regalar un año de su vida a Dios en Europa.
¿Por qué decidiste dar un año de colaborador?
Bueno, todo surgió en realidad en Semana Santa. No de este año, sino del 2023. Y porque sentía que tenía mucha sed de Cristo. Que Cristo me invitaba a darle un poco más. Y me decía que si yo le daba un año de vida, él me iba a dar mucho más.
Lo decidí porque de alguna forma quiero crecer en las moradas, por decirlo así, quiero conocerlo cada vez más. Quiero entender cada vez más cuánto nos ama. Y creo que, entregándole un año de mi vida, saliendo de mis comodidades y arriesgando un poco más, puedo ponerme en ese contexto adecuado para crecer.
¿Y qué les dices a tus amigos o a la gente que te conoce, sobre este paso de generosidad que vas a dar? ¿Qué piensan?
Depende, para algunos será fácil y para otros no. Piensan muchas cosas, algunos piensan que es un acto muy lindo y a otros les parece un poco arriesgado o que es como que “ya entraste al seminario”, pero al final cuando uno les explica de qué se trata, siempre se quedan con una buena impresión, cuando entienden que en realidad es un acto de caridad, de entrega y en donde la única finalidad también es encontrarse más con Dios y con su amor.
Entonces, cuando uno lo explica de esa manera, da lo mismo quien sea la persona siempre termina con un “me alegro mucho de que así sea”.
¿Y qué esperas tú de tu año de colaborador?
Cumplir con lo que Dios me llama, abandonarme y renunciar cada vez más a mí mismo, para abandonarme cada vez más en su voluntad y entender cada vez más cuáles son sus planes, porque creo que solo eso me cuidará la felicidad. Entonces, crecer en santidad y sobre todo en amor.
Cuéntanos un poco tu recorrido.
Parto el 2 de julio a Europa, pero el 5 de julio inicio un curso que se llama IFC. Estaré tres semanas haciendo este curso. Las primeras dos semanas en Roma y la última hacemos una peregrinación a Francia con personas de todos lados, más de 10 nacionalidades, muy entretenidos. Y la última semana nos quedamos solamente los colaboradores en Italia, en una isla llamada Termini.
Ahí nos van a preparar para este año de colaboradores que vamos a iniciar y también ahí, ese lunes, nos avisan nuestro destino. Entonces, si bien yo sé que es España, no sé en qué lugar específico será.
¿Y cuántos colaboradores participan en ese curso? ¿Y de qué países?
Entre siete y nueve, no recuerdo bien, pero hasta lo último que recuerdo éramos siete. De Hungría, Alemania, Brasil y Chile. Creo que son cinco húngaros, un alemán, un brasileño y yo, el chileno.
¿Tu familia, tu mamá, tus hermanos?
Bien, cada uno claramente con su mirada. Obviamente como ha sido una conversión y un camino muy fuerte, Dios no se queda. Cuando uno realmente se encuentra con Dios, es imposible negarlo.
Entonces el cambio sí amerita una radicalidad distinta y eso obviamente a mi familia la ha impresionado. Mi madre siempre, a pesar de lo que haga, siempre que voy por un camino, me apoya y mis hermanos también.
Finalmente, lo que quieren es que yo esté bien, que esté feliz y han visto que así ha sido. Y desde que entré en todo esto también ha mejorado mucho nuestra relación familiar. Ellos también lo ven como una posibilidad para seguir mejorando entre nosotros y creciendo.