Un grupo de voluntarios del Regnum Christi viajó en Febrero de este año a Galilea para colaborar con las excavaciones arqueológicas en el Magdala Center, parque arqueológico y centro de acogida para peregrinos desde hace siete años. En los sitios de excavación los jóvenes desenterraron piezas arqueológicas de dos mil años de antigüedad, pero lo más importante que encontraron fue una experiencia que los transformó humana y espiritualmente para toda la vida.
Fue un viaje para encontrarse con la historia de Jesús y para reencontrarse con la fe. Una fe que está viva en Tierra Santa, que los jóvenes experimentaron en cada pieza arqueológica que excavaron en el Magdala Center, en cada lugar santo que visitaron y que los transformó personal, humana y espiritualmente en cada oración y paso que dieron en su estadía en Jerusalén. Ellos se encontraron con un Dios más humano, más presente y más cercano que nunca. Una experiencia de fe inolvidable que nos relatan cuatro de esos generosos colaboradores:
María Luisa Poblete (24 años): Ex – alumna colegio Cumbres y Pedagoga de la PUC
“Fue una experiencia única que tocó y transformó mi vida”.
“Magdala fue una experiencia única que tocó y transformó mi vida, mi personalidad y mi espiritualidad. Tierra Santa me mostró un Dios más humano y un Cristo que sé dónde nació, dónde vivió, dónde compartió con sus discípulos, dónde vivió con su familia, dónde sufrió, dónde se entregó, dónde murió y resucitó. Esto me hace tener una relación mucho más cercana con Él al imaginarme de manera real cada uno de los pasajes del Evangelio que leo en la Biblia. Ahora lo veo como un amigo más cercano, me dan ganas de contarle mis cosas, de que sepa lo que me pasó y, al mismo tiempo, me dan ganas de escucharlo. En Magdala crecí en el ámbito humano al convivir con un grupo de gente que tenía objetivos y pensamientos parecidos a los míos. Se dieron grandes conversaciones con cada uno de ellos que me permitieron crecer como persona. En este tiempo pude compartir con personas de distintas edades, creencias, nacionalidades e idiomas. Esa unión de culturas que se dio fue increíble, ya que cada uno aportó desde lo que creía, lo que tenía, lo que sabía y lo que pensaba, creando un ambiente interesante y que permitía convencerse más de lo que uno cree e incluso replantearse cosas que uno nunca hubiera imaginado. Por último, el trabajar en Magdala me hizo sentir que realicé un pequeño aporte concreto a la Iglesia y a su misión haciendo algo tan sencillo como sacar baldes de tierra, limpiar vasijas o mover piedras, pero que aportan con el objetivo común de los católicos de ayudar a evangelizar y llegar cada vez a más personas que no conocen a Dios”.
Javier Castelló (22 años): Ex – alumno colegio Cumbres y estudiante de Ingeniería Comercial de la PUC
“La mejor y la más profunda experiencia de mi vida”.
“La experiencia de trabajar en Tierra Santa fue algo inolvidable e incomparable con cualquier otro voluntariado. El trabajar en un lugar como Israel es único. Magdala es de las pocas ruinas que se han descubierto de la época de Cristo, pues las otras ruinas que se han encontrado son de civilizaciones posteriores, que fueron asentándose una sobre otras tras innumerables guerras. En ese sentido, Magdala nos permite ver cómo eran las ciudades en la época de Cristo. Desde el punto de vista de la fe, el trabajar en sitio arqueológico fue un privilegio, pues trabajamos en donde Jesús realizó su misión. El trabajar al lado del Mar de Galilea ayudaba a imaginarse la gran cantidad de pasajes bíblicos que allí ocurrieron. Las capillas y el Duc In Altum creaban un ambiente de oración y meditación, de encuentro con Dios. En muchas ocasiones sentí la presencia de Dios que me invitaba a amarlo cada día más. Lo sentí en cada meditación, en cada oración y en cada misa. Desde el punto de vista arqueológico, el trabajo en Magdala es muy importante, pues se descubrieron varias piezas históricas que cientos de miles de turistas podrán visitar en el futuro. Fue muy emocionante el poder encontrar monedas, cerámicas y vidrios de la civilización de Magdala, pues como nos decía Dina (Jefa de Arqueología), cada una de las cosas que íbamos encontrando llevaba esperándonos dos mil años para ser descubiertas. Ha sido, sin duda, la mejor y la más profunda experiencia de mi vida”.
Gonzalo Doñas (22 años): Ex – alumno del colegio Cumbres y estudiante de Ingeniería Comercial de la PUC
“Todos compartíamos en un ambiente de mucha felicidad y una única misión”.
“La experiencia de trabajar en las excavaciones de Magdala fue única e inesperada. Tuvimos la oportunidad de desenterrar un puerto del primer siglo y parte del mercado del mismo puerto. En un principio, no se sentía nada especial, tan solo estábamos haciendo hoyos y moviendo tierra. Pero luego, al ir poco a poco desenterrando lugares que llevan allí esperándonos dos mil años, nos sumimos en una sensación de identificación muy grande. Nos identificamos con todo lo que estudiábamos de pequeños y con todo lo que revivimos todos los domingos en misa. Poder “vivir” la biblia es algo que no se puede expresar con meras palabras. Lo que más me llamó la atención fue el hecho de trabajar en un lugar tan diverso. Dentro de nuestro trabajo, tuvimos la oportunidad de relacionarnos con personas de múltiples nacionalidades, y más importante aún, con personas de múltiples creencias religiosas. Es muy gratificante haber vivido con estas personas y haber sentido como un mismo objetivo nos unía. Todos compartíamos en un ambiente de mucha felicidad y una única misión, la cual era descubrir qué sucedió ahí, descubrir los caminos de Jesús en nuestra tierra”.
José Antonio Cruz (21 años): Ex alumno del colegio Tabancura y estudiante de Ingeniería Civil de la Universidad de los Andes
“Cada cubeta de tierra que saqué fue una cubeta que me acercó más a Jesús”.
“Estuvimos en la excavación de un sitio arqueológico, específicamente en el puerto y en el mercado de la ciudad, en donde encontrábamos diversos artículos del siglo primero como monedas, vasijas de cerámica, lámparas de aceite y huesos de animales. Lo que más me ha llamado la atención de esta experiencia es que a pesar de que han pasado cerca de dos mil años que Magdala fue abandonada se encuentra en excelentes condiciones y se ha hallado objetos de vidrio enteros. Trabajar en la excavación significó encontrarme con Jesús, ya que sabemos que es muy probable que Él haya estado ahí mismo. Cada cubeta de tierra que saqué fue una cubeta que me acercó más a Él”.
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