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FRANCISCO EN CHILE | El Papa de las periferias

Su estilo de vida sencillo cautiva tanto a católicos como a no católicos. Su preocupación por los más necesitados de la sociedad sorprende. Jorge Mario Bergoglio cultivó este enfoque pastoral centrado en la coherencia entre las palabras y las acciones desde su tiempo como Arzobispo de Buenos Aires. Una forma de ver al ser humano y a su entorno social que en varias ocasiones se enfrentó al poder en su país. Este es parte del camino personal, eclesial y apostólico que recorrió el jesuita que se convirtió en Papa en el cónclave del año 2013.   

El Papa Juan Pablo II murió el 2 de abril del 2005 en el Palacio Apostólico de la ciudad del Vaticano. La sede papal quedó vacante tras 26 años. El mundo católico lloró su enorme legado espiritual y apostólico. El mundo entero recordó su inmenso impacto político y social. El luto del catolicismo concluyó para votar a un nuevo Sucesor de Pedro. El Colegio Cardenalicio ingresó a la Capilla Sixtina el 18 de abril para comenzar el cónclave número 109 en la historia de la Iglesia Católica. Hubo tres fumatas negras antes de que hubiese una fumata blanca sobre el cielo de la Santa Sede. Ese humo blanco anunció la elección del nuevo Santo Padre. Esa tarde del 19 de abril, el Cardenal Protodiácono, el chileno Jorge Medina Estévez, pronunció en latín las célebres palabras ¡Habemus Papam! Los 115 cardenales electores nombraron al purpurado alemán Joseph Ratzinger como nuevo Sumo Pontífice. El Papa Benedicto XVI lideró a los católicos del planeta durante ocho años antes de renunciar a su cargo. De acuerdo al diario italiano La Stampa, al vaticanista John Allen y al periodista Andrea Tornielli, su actual sucesor, extraoficialmente, fue el segundo prelado más votado en ese cónclave. En el siguiente consistorio convocado en el año 2013, el cardenal Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el Papa número 266 de la historia.

Su camino al papado comenzó a pavimentarse el 13 de mayo de 1992. El actual Vicario de Cristo sostuvo una inesperada reunión ese día con el Nuncio Apostólico de la Santa Sede en Argentina, monseñor Ubaldo Calabresi, en el aeropuerto de la ciudad de Córdoba. Tras unas horas de amena conversación entre ambos, el embajador vaticano le comunicó de forma escueta su designación como obispo auxiliar bonaerense. La autora del libro Francisco: El Papa de la Gente, Evangelina Himitián, cuenta que el arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, se entrevistó personalmente con el Papa Juan Pablo II para pedirle el nombramiento del sacerdote jesuita como obispo auxiliar de la capital. El 27 de junio, Jorge Mario Bergoglio recibió su ordenación episcopal en una ceremonia sencilla en la catedral porteña tras dejar su labor como confesor y director espiritual de la comunidad jesuita cordobesa. Fue una nominación que sorprendió al futuro Sumo Pontífice y a la mayoría del establishment eclesial argentino. El periodista Sergio Rubín relata en su libro El Jesuita, que en esa época el actual Santo Padre no era una persona que venía haciendo una carrera ascendente en la pirámide eclesiástica local, sino que más bien era más bien, un outsider en la Iglesia Católica.

El flamante obispo auxiliar adoptó como lema la frase que luego mantendría en su escudo papal, Miserando atque eligendo o “mirándolo con misericordia, lo eligió”, en referencia al momento en que Jesús convoca a San Mateo para ser uno de sus doce apóstoles a pesar de ser un recolector de impuestos de los romanos. Esa misma misericordia divina de Cristo es la inspiración que utilizó Jorge Mario Bergoglio para enfocar su labor pastoral en los más necesitados de la sociedad argentina. Es así como se encargó de asistir al equipo de doce “curas villeros” de la arquidiócesis porteña que ayudaban a las personas que viven en las periferias de la capital. Sin embargo, su vida cambió una vez más cuando el 3 de junio de 1997 recibió una invitación a almorzar de un viejo conocido. El embajador vaticano, monseñor Ubaldo Calabresi, apareció para asombrar de nuevo al futuro Papa Francisco. El Nuncio Apostólico de la Santa Sede le informó que sería promovido a otro cargo eclesial: “me preparaba para agradecerle el convite y despedirme, cuando veo que traen una torta y una botella de champagne. Yo pensé que era su cumpleaños y casi lo saludo. Pero la sorpresa sobrevino al preguntarle. No, no es mi cumpleaños -me respondió con una amplia sonrisa- lo que pasa es que usted es el nuevo obispo coadjutor de Buenos Aires”.

El arzobispo de la gente

El periodista del Diario La Nación, Bartolomé de Vedia, enfatiza en un artículo de junio de 1997 que muchos miembros del episcopado local no veían a monseñor Bergoglio como el sucesor natural del prelado titular bonaerense, no obstante, “contra todo lo que se pronosticaba, logró en los últimos cuatro años, un excelente entendimiento con el clero joven de la arquidiócesis que hoy reconoce con naturalidad su liderazgo y le profesa un entrañable afecto”. El desconcierto fue aún mayor unos meses más tarde tras la muerte de monseñor Antonio Quarracino. El outsider jesuita, Jorge Mario Bergoglio, asumió como Arzobispo primado de Buenos Aires. Durante su labor como arzobispo capitalino, el futuro Santo Padre comenzó a ser conocido y querido nacionalmente por la coherencia entre su forma de vivir con austeridad y su manera de predicar a favor de los más necesitados en sus discursos y homilías. Los autores Luis Fernando Valdés y Antonio Briseño en su libro Francisco, El Papa Latinoamericano su vida y mensaje aseguran que “desde el inicio de su vocación religiosa ha buscado vivir con entereza el desprendimiento de las cosas materiales por un motivo claramente espiritual: imitar a Jesucristo”.

Esta impronta arzobispal es idéntica a su impronta papal. Siempre mantuvo un tono en su apostolado de austeridad personal y cercanía a los más desvalidos. El Sumo Pontífice renunció a vivir en el palacio episcopal para habitar un pequeño departamento del edificio de la curia argentina; visitó cárceles; viajó en metro y colectivo alrededor de toda la ciudad; visitó las villas de emergencia; compartió celebraciones eucarísticas con prostitutas; recorrió hospitales visitando a los enfermos; asistió a actos ecuménicos e interreligiosos; creó la Vicaria Episcopal de Educación y fomentó la labor de los sacerdotes en las poblaciones de la periferia bonaerense. Esto último le significó su apodo de “obispo de los pobres” u “obispo de las periferias”. Esa gran sensibilidad social del futuro Papa Francisco conllevó ciertas fricciones políticas con los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Mientras que se desempeñó como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina desde 2005 hasta 2011, el Sumo Pontífice defendió la concepción católica de la familia, rechazó el aborto y el matrimonio igualitario y expresó con firmeza las necesidades de las personas pobres en sus homilías, discursos y apariciones públicas. Su doctrina de corte conservadora o moderada chocó fuertemente con la agenda liberal en materia social de los gobiernos kirchneristas. La tensión entre el gobierno nacional argentino y el arzobispado de Buenos Aires llegó a su clímax máximo cuando el matrimonio presidencial se ausentó de los Te Deum del 25 de mayo celebrados por el futuro Papa Francisco. En muchos de ellos Jorge Mario Bergoglio pidió un mayor diálogo ante el fenómeno de crispación política, rechazó la intolerancia oficialista a las críticas de su gestión y reprochó los anuncios estridentes y rimbombantes del gobierno en temas sociales.

De arzobispo a cardenal

El Papa Juan Pablo II creó cardenal a Jorge Mario Bergoglio durante el consistorio del 21 de febrero de 2001 con el título cardenalicio-presbiteral de San Roberto Balarmino. No se compró una vestimenta nueva, a diferencia de otros purpurados, sino que solicitó que un sastre arreglara la sotana que utilizaba su antecesor, monseñor Antonio Quarracino, en una continuación del estilo personal austero que cultivó durante toda su vida. El estreno mundial de su estilo humilde y cercano a las personas se concretó en octubre del 2001 cuando fue designado como Relator General adjunto para la décima asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicado al ministerio episcopal. De acuerdo a los autores Luis Fernando Valdés y Antonio Briseño en su libro Francisco, El Papa Latinoamericano su vida y mensaje, en este encuentro el cardenal Bergoglio comenzó a acaparar la atención del resto de los purpurados “pues subrayó en particular la misión profética del obispo, su ser profeta de justicia, su deber de predicar incesantemente la doctrina social de la Iglesia Católica, pero también de expresar un juicio auténtico en materia de fe y de moral”. No es de extrañarse que después de tamaña presentación en sociedad ante la curia de la Santa Sede, el actual Sumo Pontífice fuese designado para formar parte de varios estamentos vaticanos: la Comisión para América Latina, la Congregación para el Clero, el Pontificio Consejo para la Familia, la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos y la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Los autores Luis Fernando Valdés y Antonio Briseño en su libro Francisco, El Papa Latinoamericano su vida y mensaje concluyen que “la grandeza del Papa Francisco consiste en la sinceridad de su predicación y de sus gestos, porque dice y realiza lo que predica. Se trata de una sensibilidad vital hacia los problemas del prójimo, a diferencia de la sensibilidad teórica de algunos activistas sociales”. En diciembre del 2011, cuando cumplió 75 años, el cardenal Bergoglio presentó al Papa Benedicto XVI su renuncia como Arzobispo de Buenos Aires. No obstante, se mantuvo en el cargo esperando hasta que la Santa Sede designara a su sucesor. Ese reemplazó nunca se concretó. El Papa Benedicto XVI renunció a su cargo en febrero del 2013. El cardenal Bergoglio viajó a Roma para un nuevo cónclave con la intención de retornar prontamente a su país, pero a diferencia del consistorio anterior, los cardenales electores buscaron al Sucesor de Pedro en el fin del mundo. Ante la sorpresa de todo el mundo el outsider jesuita se convirtió en Papa. Será “el santito” como denominaba monseñor Quarracino a monseñor Bergoglio quien en su rol de Sumo Pontífice designará al obispo de Santa Rosa, Mario Aurelio Poli, como nuevo Arzobispo de Buenos Aires. El fin de una parte de su travesía, no exenta de contrastes, pero que suelen caracterizar las vidas de los hombres destinados a trascender.

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