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Jóvenes peregrinan a Tierra Santa: “Me di cuenta que puedo encontrar a Dios en cualquier parte: en la gente que me rodea, mi familia y amigos”

Peregrinación de jóvenes a Tierra Santa

Es una de las actividades más esperadas del año. 24 universitarios viajaron junto al padre Gastón Vicuña LC, Juan Pablo Álamos LC y Almudena Fernández CRC a conocer los lugares donde nació el cristianismo.

Peregrinación de jóvenes a Tierra Santa
Peregrinación de jóvenes a Tierra Santa.

Maria Luisa Pereira, de 22 años, estudiante de terapia ocupacional, comparte su experiencia en esta peregrinación.

¿Por qué decidiste ir? ¿Qué esperabas de ese viaje?

La verdad no tengo una respuesta. Siempre me habían hablado del viaje a Tierra Santa y de lo increíble y gratificante que era. El año anterior iba a ir y me bajé a último minuto por el COVID. Decidí retomar el viaje que tanto me habían recomendado. No me esperaba nada, iba sin ninguna expectativa, y quizás fue mejor porque me dejé sorprender. Realmente quedé más que sorprendida y contenta con este tremendo viaje.

De hecho, llegué a Tierra Santa angustiada, no sabía lo que estaba haciendo, ni a lo que iba. Tenía demasiadas cosas en la cabeza que me traía de Chile y no me dejaban pensar. Pero ahí mismo aprendí y, me di cuenta, de que los pensamientos que me aportan, que me dejan seguir adelante y aprender de mis errores vienen del Espíritu Santo. Así que dejé todo eso de lado y por fin pude vivir y darme cuenta de dónde estaba.

¿Qué fue lo que más te marcó de la peregrinación a Tierra Santa?

Lo que más me marcó físicamente fue la posible casa de la sagrada familia. Me sentí cómoda, quizás, por el hecho de que fuera tan simple. Darme cuenta de que Jesús estuvo ahí, que pudo haber vivido junto a su familia, que tocaron las mismas piedras, el imaginarme a Jesús jugando y corriendo de chico, fue de los lugares donde más pude sentirlo mucho más cerca. Lo vi más terrenal y real. Jesús era una persona igual que cualquiera de nosotros: sufrió, jugó y que tuvo una vida completamente normal.

Pero realmente lo que más me marcó fueron las reflexiones, instancias más espirituales. Durante el  viaje me di cuenta de la superficialidad con la que vivía el día a día. Aprendí que las cosas más simples son las que más me hacen feliz. También a valorar mucho más todo lo que tengo: cosas tan simples como una ducha caliente, los abrazos o el simple hecho de reírme o el saber que solo con una sonrisa, un abrazo o solo compañía, puedo hacer feliz a alguien.

Me marcaron profundamente todas las reflexiones propias y de los demás, las prédicas del Padre Gastón y Juan Pablo, las palabras de la Almudena, que me enseñaron un montón de cosas, además de ayudarme a darme cuenta de muchas otras.

Me enseñaron a gozar el minuto, el presente y dejarme llevar, abandonarme en las manos de Dios, vivir el presente y no pensar todo el tiempo en el futuro, a no querer controlarlo todo y dejarme llevar por Él. Confiar en el plan de Dios y soltar lo que me aflige. Dejar las angustias y problemas de lado, todo lo que no me da paz porque como dijo el P. Juan Pablo todo lo que no me da paz no viene de Dios.

¿Qué más te marcó?

Darme cuenta que Tierra Santa no está al otro lado del mundo,  pues la tengo en todas partes: me la traje en los que me acompañaron en este viaje increíble, en mis pensamientos, en mi memoria. Me di cuenta de que realmente puedo encontrar a Dios en cualquier parte: en la gente que me rodea, mi familia y amigos, en cualquier persona o situación que me haga feliz.

Me marcaron la cantidad de hechos que me hicieron reafirmar mi fe y mi religión con tantas comprobaciones y hechos de la historia; la cantidad de gente católica que sigue creyendo y que exista una Iglesia con tantas personas.

Sobre todo me marcó el tremendo grupo con el que fui, no pude haber tenido más suerte. El viaje hubiera sido completamente distinto si no hubiera estado cada uno de ellos, aportando con cosas tan distintas unas de otros. Agradezco a Dios que no me haya resultado el año anterior. Quizás hubiera sido increíble igual, pero hubiera vivido cosas muy distintas.

¿Cómo iban trabajando la fe durante la peregrinación?

A través de distintas cosas. Con misas increíbles, que nunca en mi vida voy a superar, en lugares que jamás hubiera pensado que iba a tener, que me hicieron reflexionar sobre un montón de cosas. Las homilías de los padres, las palabras de la Almudena y cada conversación con cada uno de los 27 del grupo. Con cada reflexión que teníamos, con cada lugar que visitábamos. Yo creo que mi fe la trabajé con cada momento que tuve en Tierra Santa, hasta cuando no se hablaba de Dios.

¿Cómo es la experiencia de comunidad en una peregrinación?

El grupo fue lo que más me marcó: gente alegre, transparente, que me da paz, entrega cariño y buenas conversaciones. Solo me quedo con ganas de seguir rodeándome de personas así, con las que puedo ser yo misma. Por eso me llevé un pedazo de cada una para superarme, ser una mejor persona y convertirme en quien Dios me creó para que fuera.

¿Y después de Tierra Santa, siguen en contacto y alimentando su fe?

Sí, nos tratamos de ver y juntar. Obviamente cuesta mucho calzar todos, porque somos demasiados y tenemos distintos horarios y cosas que hacer, pero algo se hace de repente entre los que pueden. Yo creo que la fe cada uno la ha ido alimentando de forma distinta en diferentes partes, pero casi todos estamos yendo a Reino a actividades para mantener eso tan especial e importante que tuvo  en este viaje y así no perderlo.

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