Estuvo durante un año en Barcelona, donde trabajó entregando acompañamiento, a alumnos de tercero y cuarto medio de un colegio del Regnum Christi por las mañanas, y con universitarios y profesionistas de Reino por las tardes.
Lucas viajó hasta España para vivir cómo el mismo dice “la oportunidad mejor aprovechada que ha tenido en su vida”. Este exalumno del Colegio Everest y, egresado de Derecho de la Universidad de los Andes, dejó su vida en suspenso por un año para partir como colaborador a Barcelona.
¿Qué te llevó a ser colaborador? ¿Cómo te sentiste llamado a esta misión?
Ir más a fondo en mi vida, pisar más firme, tener mayores certezas y conocer el camino de la vida que te lleva a cosas buenas. De eso se trata la fe y la relación con Jesús, te enseña todo eso.
¿Qué signos viste que te animaban a tomar la decisión de ser colaborador?
El llamado lo vi claro mirando a mi alrededor, viendo cómo los jóvenes estamos viviendo, con mucha ansiedad, apostando por la inmediatez, sin saber a dónde vamos caminando, desorientados.
Siempre he estado en búsqueda de lo verdaderamente esencial, y en ese sentido, la fe ha jugado un papel clave, porque me ha dado mucha luz sobre lo que quiero, hacia dónde quiero apuntar, y cómo llegar a ese lugar. La fe te explica todas estas cosas, por eso decidí irme como colaborador para sentar bases sólidas.
¿Cuál fue la respuesta de tu familia y entorno?
En un principio lo vieron con mucho escepticismo, dudaban que fuera a ser lo que yo necesitaba, pero me respetaron mucho. Mi polola, la Rosario, fue la que me ayudó a tomar la decisión de irme porque sabía que era algo que llevaba en el corazón, y aunque fuera difícil mantener una relación a la distancia, ella sabía que era lo mejor para mí, y probablemente (ella arriesgando) lo mejor para el pololeo.
¿Cuál es la misión de un colaborador?
Es dejarse sorprender por las grandezas de Dios. Uno es un simple instrumento, pero uno muy valioso, porque cuando uno le entrega un poco a Dios, Él te devuelve 100 veces más, como lo dice el Evangelio. El objetivo de un colaborador es ese, abrirse a la acción de Dios en uno, a partir de ahí, todo es música, porque sigues sus inspiraciones, Él te va dando las respuestas que necesitas en ese minuto.
¿Crees que se necesita alguna cualidad especial para ser colaborador?
Sí, hay que estar abierto a la acción de Dios, a veces es desafiante, pero muy entretenido. Y eso significa ponerse en segundo lugar, tanto con las personas como con Dios, es una exigencia grande, pero que está llena de recompensas para la vida, porque esa actitud te permite amar de verdad, y esa es la mejor herramienta que puede tener una persona en la vida, y cuando se ama, la vida es otra, toma otro color.
¿Por qué crees que ser colaborador es una universidad para la vida? ¿Qué aprendiste?
Me ayudó mucho, porque ahora soy consciente que mi vida tiene una base sólida que no se mueve, entonces de esa manera se vive mucho más seguro y confiado. Sea donde me toque estar, tengo claro que ahí está Dios, y ahí me quiere, a veces no lo voy a entender inmediatamente, pero si estoy a la escucha, con el tiempo me hará sentido.
¿Qué le dirías a los jóvenes chilenos que se están planteando esta posibilidad?
100%, es la oportunidad mejor aprovechada que he tenido en mi vida. Les diría que se atrevan a soltar las riendas de su vida para que Dios las tome de aquí en adelante.