El Papa Francisco ha publicado su cuarta encíclica, titulada Dilexit nos (“Nos amó”), que aborda el amor divino y humano del Corazón de Jesucristo. En ella, el Papa nos invita a renovar nuestra devoción al Sagrado Corazón para redescubrir la ternura de la fe, la alegría de servir y el fervor misionero. El Papa recuerda las palabras de san Pablo en Romanos: “Nos amó”, un amor que nos une y nos fortalece frente a cualquier dificultad (Rm 8,37-39).
En una sociedad que ha perdido el sentido de la relación personal con Dios, el Papa señala que el Sagrado Corazón nos ofrece el camino hacia una comprensión más profunda del amor y la misión cristiana. En su Corazón “encontramos todo el Evangelio”, un amor que nos impulsa a reconocer la dignidad humana y a cuidar nuestra casa común. Francisco resalta que el amor de Cristo es el motor para sanar el mundo herido por guerras, desigualdad y consumismo.
La encíclica profundiza en el significado del “corazón”, no solo como un órgano físico, sino como un símbolo del amor, la identidad y la unidad. En un mundo donde se anteponen valores como la razón y el materialismo, el Papa nos llama a redescubrir la importancia del corazón como el centro de nuestra vida espiritual. Es a través de este “corazón” que logramos conexiones auténticas y fraternas que superan el individualismo.
En los capítulos siguientes, el Papa reflexiona sobre los gestos y palabras de amor de Cristo, desde su cercanía con los marginados hasta su sacrificio en la Cruz. La devoción al Corazón de Jesús, según Francisco, no es una veneración de un órgano separado de Cristo, sino un reconocimiento de su amor total y sacrificado. Este amor se extiende a la humanidad, enseñándonos a vivir con ternura y compasión.
También se menciona el legado de santos como Ignacio de Loyola, Teresa de Lisieux y Faustina Kowalska, quienes vivieron profundamente conectados con el Sagrado Corazón y cuyo ejemplo sigue inspirando a la Iglesia. En sus enseñanzas, el Corazón de Cristo se presenta como un lugar de encuentro personal con el Señor, que nos llama a una vida de confianza, entrega y misión.
El último capítulo de la encíclica resalta la dimensión misionera del amor cristiano. Amar al Corazón de Cristo nos impulsa a servir a los demás y a vivir el evangelio en las comunidades. Esta devoción, lejos de ser un acto privado, nos lleva a una acción concreta por el bien común, siguiendo el ejemplo de figuras como san Carlos de Foucauld.
Como conclusión, el Papa Francisco nos deja una oración pidiendo que el Sagrado Corazón de Jesús nos transforme, cure nuestras heridas y nos impulse a construir un mundo de justicia, solidaridad y fraternidad.
Lee la encíclica aquí: https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2024/10/24/0820/01635.html#es