Ana Gaby De Santiago volvió este mes a México después de una enriquecedora experiencia como colaboradora en Chile. En la siguiente entrevista, esta joven nos relata su crecimiento personal, espiritual y apostólico en nuestro país; el impactó de su sí a servir a Cristo y a los demás a tiempo completo y entrega un mensaje para otros jóvenes que tienen la inquietud de transformarse en colaboradores. Y ante la creciente amenaza del virus Covid-19, nos invita a “detenernos, mirar la cruz y no tener miedo de preguntar qué espera de nosotros Dios en esta situación”.
Esta joven mexicana de 19 años de edad, es ex alumna del Instituto Irlandés Femenino de Ciudad de México e ingresará a estudiar a la Universidad Anáhuac Poniente. Desde el segundo semestre del año pasado colaboró en el ECYD del Colegio Everest y en la sección de Reino de La Dehesa.
¿Qué te motivó a dar parte de tu tiempo colaborando con el Regnum Christi en otro país?
“A través del movimiento del Regnum Christi fue que Jesús salió a mi encuentro, desarrollando una relación muy profunda conmigo en donde me dio a conocer su corazón, mostrándome su amor tan puro, real y personal. Habiendo conocido ese corazón, decidí guardar silencio en el mío para ver que era lo que Él quería del mismo. En el silencio Él me pedía un “sí”, un “sí” a amarlo y dejarme amar a través de este año de colaboración. Mi principal motivación fue que Él lo pedía, porque eso era lo único que me hacía dejarlo todo para confiar e ir con Él. Al final, el apostolado, la vida de oración y la entrega diaria puedes tenerla también en tu país y es por eso por lo que mi única y más fuerte motivación era que Él lo pedía. Porque sus planes son perfectos, porque a ese corazón uno no puede decirle que no”.
¿Qué es lo que más te gustó de esta experiencia colaborando en Chile?
“Justo lo que más me gustó fue que la excusa perfecta de Dios para mostrarme su corazón haya sido Chile y su gente. Fue un reto y a la vez un regalo, el llegar a Chile y ver que el corazón chileno es muy especial, ya que no se abre con cualquiera, pero que cuando lo hace, uno encuentra un tesoro ahí dentro. Fue hermoso ver los frutos de la oración en el momento en el que esos corazones se empezaron a abrir, y quedé asombrada con las relaciones tan reales y profundas que tienen con Dios gracias a que su fe no es solamente por sentimiento, pero cuenta con mucha lógica y razonamiento por detrás. Me encantó que Dios haya puesto en mi camino tantos corazones tan grandes y llenos de sed de Dios, porque al ponerlos en mi camino los puso también en mi corazón, y gracias a eso mi corazón tenía que expandirse para que cupieran todos ahí dentro. Ese crecimiento exigía, pero construía demasiado. Fue un regalo el haber podido acompañar a cada uno de manera personal pero también a través de la oración”.
¿Cómo creciste personal y espiritualmente con esta experiencia en nuestro país?
“Crecí de una manera inexplicable en ambos ámbitos que al final, van de la mano. Dios sabía que lo que yo necesitaba era aprender a confiar plenamente en Él y de eso se trató prácticamente todo mi año. Si pudiera dividirlo en tres fases lo dividiría de la siguiente manera:
1. Déjate romper
2. Déjate amar
3. Déjate llevar
La primera fase fue una difícil porque Dios me pedía que me dejara romper en varios ámbitos de mi vida, sabiendo que en ese “romper” yo experimentaría una libertad total. Llegué a Chile, un destino inesperado en donde Dios quería romper con mis ideas falsas de lo que era ser una colaboradora, con mi perfeccionismo, con mis ideas falsas del “deber ser”, de una fe basada en el sentimiento sin involucrar las revelaciones de Dios y la razón… Él quería romper con todo eso que me esclavizaba, pero no iba a hacerlo sin antes preguntármelo. Y finalmente cuando cedí, aunque me costó muchísimo aprendí a confiar plenamente en sus planes que son de bienestar, de salvación y de paz y libertad.
La segunda fase fue una hermosa llena de momentos de consolación, en donde Dios me pedía que solamente me dejara amar y que lo amara de regreso. Fueron momentos en donde yo ansiaba por conocer el corazón de Jesús, salió a mi encuentro y me ayudó a conocerlo en profundidad a través de distintas experiencias. Nunca pensé que podría enamorarme y amar tanto ese corazón. Y fue entonces cuando me pidió que, si Él no se cansaba de darme su amor, no me cansara yo de recibirlo y de transmitirlo.
Y la tercera y última fase fue en la que se pusieron a prueba mis primeras dos fases, pues fue un momento en el que se veía probada mi confianza en Jesús y mi amor real hacia Él. Jesús me estaba pidiendo que me dejara llevar por Él hacia donde el quisiera. Fue necesario guardar silencio en mi corazón y adentrarme en el, encontrando pura gratitud y una disposición absoluta de seguir diciéndole “sí” a Dios, porque cuando yo le día mi “sí” al principio, no fue al año, o al destino, o al título de ser “colaboradora, no. Cuando yo le día mi “sí”, se lo di a Él y a nadie más, y si me estaba pidiendo que confiara en Él y me regresara antes de tiempo, habiendo experimentado lo que es vivir de Su mano y confiando en Él, no había forma de decirle que no. Estoy eternamente agradecida con Dios por haberme permitido experimentar su amor”.
¿Cuál sería tu mensaje a otros jóvenes para que se sumaran a esta experiencia de colaboración?
“Este mensaje se lo quiero dedicar principalmente a los jóvenes chilenos que tienen la inquietud de irse de colaboradores, pero no lo han hecho todavía. No tengan miedo, Dios no pone un deseo tu corazón que Él no vaya a acompañar. Sé que es difícil porque la vida tiene un ritmo y una línea que la sociedad espera que cada uno cumpla: sé que después de la media va la universidad y que hay que prepararse con la PSU, sé que lo que sigue es entrar a la universidad y acabar rápido para empezar la vida laboral. Eso es lo que sigue… pero ¿es lo que Dios quiere? No tengan miedo de preguntarle qué es lo que quiere de ustedes, no tengan miedo a que les rompa sus planes, porque en ese “romper” se encuentra la perfección de sus planes. Si el puso ese deseo en tu corazón, Él lo va a acompañar. Déjalo ser Dios, y déjalo acompañarte. Es tiempo de que empieces a confiar en Él y en sus planes, empecemos a decirle sí al sueño de Dios y no al del mundo”.
¿Cuál sería tu mensaje para los jóvenes chilenos que están viviendo en estos momentos los efectos de la pandemia del COVID-19?
“Con la mirada en Él y no en el coronavirus, más tiempo con Él y menos en las redes sociales. No es una situación que Dios quiere, pero si que permite… tómense el tiempo para guardar silencio en sus corazones en medio del caos para escucharlo a Él. Deténganse, miren la cruz, y no tengan miedo de preguntarle qué espera de ustedes en esta situación, que les quiere dar a conocer con esta instancia, pregúntenle el cómo quiere que lo amen más en estos momentos. No tengan miedo de preguntarle, pues El nos muestra su corazón y todo lo que guarda dentro, no tiene secretos y si nos atrevemos a preguntar, feliz nos contesta aquello que existe en su corazón, los planes del Padre y las luces del Espíritu Santo”.