Estas tres amigas, consagradas chilenas del Regnum Christi, celebrarán sus 15 años de consagración el 30 de enero de 2019. Las tres egresaron en 2003 de colegios del RC: Cata Cubillos y Maida Ureta del Colegio Cumbres y Tere Rodríguez del Colegio San Isidro. Las tres se plantearon desde muy jóvenes la inquietud religiosa y con gran perseverancia y un amor absoluto a Cristo se consagraron en una hermosa ceremonia celebrada por el p. Ignacio Cortés LC en la capilla del colegio Cumbres. Hoy Cata vive en Roma y es miembro del equipo de la Secretaría General del Regnum Christi. Tere es Directora de la sección de jóvenes de Madrid y Maida trabaja desde septiembre en el colegio Everest de Madrid con jóvenes de III y IV Medio. No te pierdas estas hermosas historias de Fe y entrega a Dios, con divertidas anécdotas, pero no ajenas a dificultades en este camino de entrega a Cristo, a la Iglesia y a los demás.
CATA CUBILLOS
“El Regnum Christi ha sido un camino para mi propia conversión”
Cata es la mayor de 6 hermanos -5 mujeres y un hombre-, tiene 7 sobrinos y muy joven, cuando solo tenía 13 años, estando de intercambio en Overbrook y en pleno pijama party sintió el llamado de Dios. En IV° medio se fue al centro estudiantil y el 2004 se consagró. Estudió Licenciatura en Educación y Desarrollo en el Centro de Formación de Madrid y a distancia en la Universidad Anáhuac de México; y Ciencias Religiosas en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. Actualmente vive en Roma y es miembro del equipo de la Secretaría General del Regnum Christi.
Cata, ¿cómo surgió tu vocación?
“Hubo un momento muy concreto en el que por primera vez me di cuenta de que Dios me estaba invitando a ser consagrada. Fue cuando tenía 13 años y era alumna de Overbrook, en Rhode Island. Una noche habíamos organizado un “pijama party” con mis amigas, a escondidas de las consagradas, obviamente. Llevábamos semanas acumulando comida en los closets para ese momento. La historia es más larga que esto, pero en resumen, hicimos tanto ruido que despertamos a las consagradas y nos vinieron a retar. Yo acababa de confirmar lo mal que me caían las consagradas. Estaba dándome vueltas en la cama porque no podía dormir, haciendo lo que siempre hacía cuando no podía dormir: planificar mi vida. Me iba a casar con el quien que me gustaba en ese momento, iba a tener siete hijos (¡tenía pensados hasta los nombres!), y quería estudiar ingeniería comercial (en ese momento, después pasé por 25 opciones más). De repente una pregunta interrumpió mi tren de siempre: ¿y qué pasa si Dios me quiere consagrada? Y me puse a llorar a mares. Algo había cambiado en mí o mejor, alguien había entrado en mis planes. Mi respuesta inmediata al Señor fue: “monja, si quieres, carmelita, lo que sea, pero consagrada, ¡no!” Eran como las tres de la mañana y todo el mundo estaba durmiendo. Así que agarré del cajón mis papeles para escribir cartas (¡no había emails todavía!) y me fui al baño, que era el único lugar donde había luz. Me senté en una ducha para paralíticos y le escribí una carta a mi mamá contándole lo que había pasado y otra a mi mejor amiga. No le dije nada más a nadie por un tiempo, pero yo ya no podía ir a rezar o proyectar mi vida sin tener en cuenta esta pregunta“.
¿Qué te respondió tu familia cuando les escribiste esa carta?
“Mi mamá y mi papá me decían que los enorgullecía la posibilidad de que Dios llamara a alguien de su familia, y que siempre nos habían enseñado a responder a la voluntad de Dios PERO (subrayado como catorce veces), que tenía 13 años, y que si Dios me quería casada o consagrada, me necesitaba como una mujer bien formada, y para eso me habían mandado a la academia así es que, que aprovechara y lo pasara bien“.
¿Cómo fue evolucionando tu fe luego de esa experiencia?
“Por dos años no volví a tocar el tema con ellos, pero iba madurando dentro de mí. Cuando me faltaba poco para cumplir 16, les pedí permiso para irme a vivir a la casa de las consagradas, aunque siguiera yendo a clases al Colegio Cumbres, para dedicarme a discernir más seriamente mi vocación. Ahí empezaron los problemas. Me volvieron a decir que me apoyarían totalmente si yo creía que Dios me pedía ser consagrada, pero que solo podría irme cuando me graduara de la universidad. Todos sus argumentos eran muy sensatos, y en los siguientes dos años tuve que madurar un montón. Fueron sobre todo años de madurar mi relación con Jesús, cambió mi forma de rezar y, por lo tanto, de ver la vida. Con mis amigas nunca hablé esto abiertamente, pero había varias con las que compartía una experiencia espiritual parecida, y sentía que me apoyaban. Entre esas, estaban la Maida Ureta y la Tere Rodríguez, con las que después coincidiría en el centro estudiantil y nos consagraríamos juntas“.
¿En qué momento diste el paso concreto?
“Casi terminando III° medio mis papás me dijeron que, si quería, en IV° podría irme a vivir al centro estudiantil. Para mí fue un regalo enorme, y les agradezco su apoyo, incluso cuando ellos no estaban del todo convencidos. Sentía que podría vivir con más libertad lo que llevaba escondido adentro, sin embargo yo no sugeriría el centro estudiantil a nadie como camino de discernimiento, creo que es necesario que cada persona madure en su ambiente normal, y que es en esas mismas circunstancias donde Dios se hace presente y manifiesta su Voluntad, pero por algo El eligió este camino conmigo y creo que me hizo bien“.
¿Cuál ha sido tu recorrido apostólico?
“Después de Madrid fui a Dublín por 5 años, a trabajar en Woodlands Academy. Me tocó la experiencia de “backstage” esta vez. Yo siempre he dicho que mi vida se divide en “antes de Overbrook” y “después de Overbrook”; ahora me tocaba facilitar que otras niñitas hicieran una experiencia parecida, aunque en la academia de Irlanda. Aprendí MUCHO. Era muy chica y tenía que asumir mucha responsabilidad, junto con el resto de nuestro equipo. Es increíble ver a las niñitas crecer cuando sienten que están en un ambiente en el que son queridas, así de desinteresadamente. Ahora llevo un poco más de 4 años en Roma. Estoy colaborando con el gobierno general de las Consagradas del Regnum Christi. Y si he dicho que he aprendido mucho en los años anteriores, quizás en estos más todavía. Han sido años de ayudar a impulsar una renovación en el modo de entender nuestra vocación de consagradas, nuestra misión, nuestro estilo de vida. Queda mucho camino todavía por recorrer, pero ha sido apasionante poder ver lo que está pasando en los distintos lugares“.
¿Cómo el RC transformó tu vida y cómo y qué cosas te han hecho perseverar a pesar de la historia institucional?
“El RC no ha transformado mi vida, lo ha hecho Jesús. El RC es un medio, y en gran parte, ha sido precisamente gracias a la historia institucional que he podido aprender esta perspectiva. Yo sigo a Jesús. Lo sigo en el camino concreto que es el Regnum Christi, y nuestra vida en comunidad, y la misión común con las otras ramas, y de todo eso me enriquezco mucho. Creo que la misión del Regnum Christi tiene mucho sentido para los tiempos en que vivimos, y estoy segura de que todavía nos falta mucho por profundizar en el don que hemos recibido de Dios. Ante todo, el Regnum Christi ha sido un camino para mi propia conversión -continúa-, y aunque suene de locos, agradezco lo turbulenta que ha sido nuestra historia en los últimos años, porque ha sacudido mi fe, ha despertado más mi sentido crítico ante lo que vivo, mi sentido de responsabilidad para responder madura y libremente a lo que voy discerniendo que es camino de Dios, y me ha hecho valorar también lo increíble y diversa que es la riqueza de todos mis hermanos y hermanas de todas las ramas. También gracias a nuestra historia turbulenta he aprendido algo que no tiene precio: me sé hija de la Iglesia, de una Iglesia universal, madre, santa, compuesta por pecadores como yo, pero Esposa de Cristo, al fin y al cabo, presencia del Reino en el tiempo, mientras esperamos que se cumpla en plenitud. Me sé “parte de un Cuerpo”, en el que puedo aportar con sencillez lo que hemos recibido, abierta también a dejarme influenciar por los demás que conforman este Cuerpo“.
¿Cuánto se echa de menos a Chile?
“Hace quince años que no vivo en Chile, pero Chile está siempre presente! Cuando me consagré, nuestras normas todavía decían que podría volver solo cada 7-10 años. Así que creí que me estaba yendo de Chile para siempre, la verdad. Me ha hecho bien el cambio de nuestras normas, y la posibilidad de volver prácticamente cada año. Aunque a mi familia seguramente le parezca muy poco, para mí es un regalo acompañar un poco más de cerca el desarrollo de la vida de la familia: que mis hermanos se casen, que crezcan mis sobrinos, etc. Eso es lo que más echo de menos, obviamente, a mi familia. A mis amigas también las echo de menos. Y echo de menos nuestra cultura, las cosas que para mí eran normales, desde las cosas de las que se hablan, los horarios, el tipo de compromisos sociales, los lugares de descanso, lo que se encuentra en un supermercado, que haya algo con manjar en el postre, etc. Siempre he dicho que no me veo trabajando en Chile, para asombro de mis papás, pero tengo que decir que ahora que veo a la Iglesia en Chile sufriendo tanto, sí me dan ganas de volver. Creo que la experiencia de fe que he hecho en estos años, en contacto con muchas otras culturas y sensibilidades, ha hecho madurar mi vida cristiana, ha ampliado la visión que tenía antes de salir de Chile. Y me gustaría poder compartirla con mi gente ¡algún día!”
MAIDA URETA
“El RC ha sido para mí el jardín donde el Señor quiso depositar la semilla de mi vida”
Maida es la mayor de 6 hermanos; estaba en primero medio cuando una prima dos años mayor, a quien ella quería mucho, decidió entrar a vivir con las consagradas. “Cuando nos contó que había tomado esta decisión, me acuerdo que a mí me impresionó demasiado. No lo lograba entender, me parecía muy raro que alguien que tenía toda la vida y el mundo por delante quisiera hacer una opción así y me empecé a preguntar, ¿cómo será Jesús para que alguien así esté dispuesta a dejarlo todo y seguirlo? Y así empezó un período precioso de deseo, de búsqueda, de encuentro, algo pasó en mi interior que todo empezó a tener un color diferente, empecé a tener demasiadas ganas de estar con Jesús, de conocerlo más, de dedicar más tiempo a rezar, a hacer apostolado, a estar con Él y así poco a poco fue conquistando mi corazón hasta llegar a descubrir que Él lo había hecho para que fuese suyo”. Maida egresó del colegio Cumbres y entró ese mismo año al centro estudiantil. “Me consagré el 30 de enero de 2004 y el 31 ya estábamos volando con la Tere Rodríguez a Monterrey para empezar nuestra formación de 4 años”. Actualmente trabaja en el colegio Everest de Madrid con jóvenes de III y IV Medio
¿Cómo apoyó tu familia tu vocación religiosa?
“Mis papás fueron los primeros en darse cuenta del cambio que se fue dando en mi vida y durante algún tiempo, yo creo que ya ellos intuyendo lo que se venía, empezaban a decir: “de esta casa nadie se va hasta que acabe la carrera” pero cuando llegó el momento de decirles que veía con claridad en mi corazón que el Señor me llamaba a ser suya y que quería entrar al centro estudiantil, su respuesta fue distinta, me hicieron muchas preguntas. Preguntas sobre muchos temas que yo en ese momento ni siquiera me había planteado ya que era tan fuerte la certeza de que el Señor se venía conmigo, que todo lo demás pasaba a un segundo plano, pero preguntas que aún recuerdo con cariño. Ellos pidieron consejo a algunas consagradas y a los pocos días no sólo me dieron permiso para entrar al centro estudiantil, sino que desde ese momento siempre he podido contar con todo su apoyo. Con mis hermanos fue un poco distinto, con cada uno fue algo especial ya que tenían edades muy distintas y por lo mismo mi relación con cada uno era muy diferente, pero a pesar de las lágrimas normales de los primeros años, siempre he podido contar también con ellos“.
¿Cuál ha sido tu recorrido apostólico?
“Acabando mi formación me quedé en Monterrey 5 años más, 4 como formadora del centro estudiantil y uno como formadora de las consagradas que estaban en sus primeros años de formación. El 2012 me destinaron a Barcelona donde tuve la inmensa bendición de estar 6 años trabajando en el Colegio Real monasterio de Santa Isabel. Fue una experiencia preciosa, apasionante, desafiante… Pasar de vivir 9 años en un centro de formación con todo lo que supone de un ambiente cuidado, espiritual, fervoroso, etc a vivir en el centro de una ciudad tan cosmopolita y pagana como Barcelona y, sin embargo, percibir con tanta claridad el deseo de Dios tan grande y potente en el corazón de tantas y tantas personas, ha sido una gracia enorme… Y este Septiembre he empezado a trabajar en el colegio Everest de Madrid con III° y IV° medio y con lo poquito que llevo aquí, también puedo decir que está siendo un regalo enorme. Es precioso poder ayudar al Señor a preparar el terreno en el corazón de tantos jóvenes para que Su palabra, pueda penetrar con mayor fuerza en su interior!”
¿Cómo el RC transformó tu vida y qué te ha hecho perseverar a pesar de la historia institucional?
“El RC no sólo ha trasformado mi vida, sino que ha sido siempre parte de ella. El RC ha sido para mí el jardín donde el Señor quiso depositar la semilla de mi vida y de mi vocación para hacerla florecer y fructificar a Su manera! ¿Qué me ha hecho perseverar? Sin duda, ¡la misericordia y la bondad del Señor! Durante los momentos más duros de nuestra historia me puse muchas veces con sinceridad frente al Señor para preguntarle ¿qué quería de mí, si realmente este era mi lugar o si me quería en otro sitio? Y una y otra vez volvía a sentir la mirada dulce y firme del Señor que me confirmaba en este camino. Sin duda han sido años de mucha e intensa oración, de pedirle fuerza y luz constantemente al Señor, pero a pesar de la tormenta que había por fuera, en lo profundo de mi alma había una certeza de ser llamada AQUÍ, que hacía que todo cobrase sentido. ¡Él estaba pasando esta prueba con nosotros y no nos dejaría solos! Otra cosa que me ayudó fue un consejo que me dio mi papá cuando en febrero de 2012 lo llamé llorando para contarle lo de Totus… me dijo: “negrita, dese tiempo, no se tome la sopa muy caliente” y así lo hice, con la gracia de Dios, con el paso del tiempo, la oración y la búsqueda sincera del querer de Dios para mí, he podido constatar que el Señor es fiel y que Él que ha empezado en nosotros su obra buena, la llevará a buen término”.
¿Cuánto se echa de menos a Chile?
“¡Mucho, mucho, mucho! Siempre nos dicen que las chilenas tenemos un sentido patrio muy grande y yo me pregunto, ¿cómo no tenerlo? Si al final ahí nacieron las raíces de nuestra fe, de nuestra vida, de nuestra vocación! Sin duda lo que más echo de menos es a mi familia, el campo, mis amigas y cuando más me acuerdo es sobre todo para la semana del 18! Y para la Navidad!”
TERE RODRIGUEZ
“El RC me ha transmitido ese fuego interior de hacer que el mundo “arda” por Dios”
Tere tiene 4 hermanos, es egresada del colegio San Isidro en Buin, el cual recuerda con enorme cariño, se consagró al egresar de IV medio junto a Cata Cubillos y Maida Ureta. Estudió Educación y Desarrollo en México en la Universidad Anáhuac, después hizo Teología en la Universidad San Dámaso de Madrid, y actualmente vive en la misma ciudad estudiando la Maestría en Teología Dogmática en la Universidad de Comillas y es Directora de la sección de jóvenes de Madrid.
Tere, ¿cómo surgió tu vocación?
“Creo que es difícil de explicarlo, no hay un momento exacto en el que yo haya dicho “tengo vocación”. Yo siempre pongo el ejemplo del mar, a veces está manso pero uno nunca sabe qué hay en el fondo. O a veces al contrario, puede haber tormenta pero en el fondo del mar está tranquilo. La vocación es así, se va manifestando en diferentes momentos, experiencias, situaciones, a veces se siente con mucha paz en un rato de oración, y otras veces se vive como “crisis”, cuando por medio de la misma vida uno se va dando cuenta de que está “hecha” para otra cosa, llamada a algo distinto, a ser sólo de Dios y a dedicar la vida a lo que Él quiera y donde Él quiera, a hablar de su amor y a transmitir este amor a las personas de cualquier lugar para que se encuentren con El y le den un sentido más profundo a sus vidas. No sé si hay un minuto en el que te das cuenta de esto, para mí es más bien algo que empiezas a sentir sin saber bien qué es, y de a poco lo vas conceptualizando. Tampoco es algo que haya sentido o escuchado “en el pasado” y que ya nunca más lo volví a sentir. Es algo vivo, un llamado constante, como una llama que uno tiene dentro y que no se apaga, que te da la fuerza para seguir adelante en las diferentes circunstancias que se van viviendo y que a veces uno nunca creyó que sería capaz de enfrentarlas. Al final es porque la fuerza no viene de uno mismo, no soy “yo” la que sigo adelante, es la gracia de Dios, un llamado que sostiene y que te permite seguir siendo fiel a lo que El te pide“.
¿Cómo te apoyó tu familia en esta decisión?
“Gracias a Dios me apoyaron 100% desde el principio. Mi familia siempre ha estado muy cerca de Dios y así nos formaron mis papás“.
¿Cuál ha sido tu recorrido apostólico?
“Estuve en el ECYD, me fui a dar meses, y luego fui responsable del ECYD. Ya consagrada hice formación en Monterrey. De ahí me fui a trabajar en el ECYD de Madrid cinco años, y ahora llevo 7 años trabajando con jóvenes también en Madrid“.
¿Cómo el RC transformó tu vida y qué te ha hecho perseverar a pesar de la historia institucional?
“Ufff, pregunta difícil. Yo creo que por una parte el apoyo de mis papás es lo que más me ha hecho seguir adelante. Que ellos me enseñen cada día lo que de verdad vale la pena en la vida. Incluso cuando me han visto confundida, me han enseñado que las cosas no son fáciles y que uno tiene que ser fiel a lo que Dios le pide, sea lo que sea, porque en Él está la plenitud de toda persona. La libertad que siempre me han dado de tener las puertas de mi casa abierta, y al mismo tiempo, el apoyo a mi vocación, ha sido lo que más me ha ayudado a sentirme de verdad libre de elegir lo que yo quisiera y seguir el camino que viera claro, sobretodo después de la crisis del fundador. Y del RC, puedo decir que lo que más me ha dado es la relación con un Jesús “persona”, cercano, un Dios “de todos los días”. También me ha transmitido ese fuego interior de hacer que el mundo “arda” por Dios, que todos se encuentren con Él, que nadie se quede sin tener la oportunidad de saber que existe un sentido más profundo que sólo vivir para morir algún día y ya“.
¿Cuánto se echa de menos a Chile?
“Más que cualquier cosa de Chile, es la familia lo que uno más echa de menos en cualquier fecha: Navidad, vacaciones, cumpleaños. Además de eso, el campo, pero sobretodo por la vida “familiar” que se arma en el campo. Es inolvidable y cada vez que vengo vuelvo más agradecida de lo que Dios me ha dado y más consciente de lo regalona que soy de Él“.